Francisco C. Aleu
La penúltima jornada de la séptima edición del Salón Internacional de los Vinos Nobles asistió a uno de los eventos más esperados por los profesionales y aficionados que estos días se dan cita en la ciudad. Hasta media docena de maestros internacionales del vino (Master of Wine) tuvieron ocasión de compartir una “gran cata magistral” que se convirtió sin lugar a dudas en la convocatoria más celebrada del programa de esta tercera jornada.
Además del comisario de Vinoble 2010, Pancho Campo, que tiene el título de Master of Wine, participaron en esta excepcional cata Ulf Sjodin (Suecia), Mai Tjemsland (Noruega), Peter Koff (Estados Unidos), Sarah Jane Evans (Reino Unido) y Colin Gent (Francia). Estaba previsto que participara en la cata el norteamericano Bob Paulinski, pero finalmente no pudo acudir debido a la fuga de crudo que está asolando las costas de Louisiana.
Como no podía ser de otra manera, para la ocasión se utilizaron vinos auténticamente excepcionales. Entre ellos destacó la presencia de un Pedro Ximénez Ginés Liébana de Toro Albalá, de 1910, un tesoro que Vinoble descorchó aprovechando esta histórica cata. Los master of wine también tuvieron ocasión de catar un Henriquez & Henriquez de veinte años de vejez, un Vintage Port de 2003, un oloroso de Garvey de 1989, un Disznókó de 1993, un TBA-Anita & Hans Nittnaus, de 2002, un Inniskillin Vidal y un Jorge Ordóñez número 4.
Y si esperada era esta gran cata magistral, no menos expectación había suscitado el encuentro en la mezquita con los vinos de Chateau D’Yquem, que fue presentada por Sandrine Garvay y que contó con Pancho Campo como moderador. Para hacerse una idea de la envergadura de esta cata, baste apuntar el dato de que era necesario contar con una invitación para participar en la misma, ya que el interés era tal que hubiera sido materialmente imposible que todos los profesionales y aficionados presentes en Vinoble hubieran acudido a la misma.
A los cincuenta privilegiados que disfrutaron de la cata en el interior de la mezquita se sumaron otros tantos que la siguieron a través de las pantallas instaladas para la ocasión en El Molino.
Sandrine Garvay incidió en la importancia que tiene en todo el proceso de elaboración de este producto la selección de las uvas. “Es el punto capital -dijo-, por ello, nuestros 200 viticultores trabajan duro para mejorar cada año. Si a eso le sumamos que nuestras técnicas de fermentación han mejorado en los últimos años, obtenemos este vino tan preciado por todos nosotros”, sentenció Garbay.
Para la bodeguera francesa, una de las claves del éxito del Chateau D’Yquem ha sido que la vendimia “ha estado 400 años en manos de una misma saga familiar” y cuando “en 1499 se traspasó la propiedad la impronta de calidad ha permanecido y tratamos de mejorarla día a día”.
El Chateau d’Yquem es un vino Premier Cru Supérieur procedente de la región de Sauternes, en la parte meridional del viñedo de Burdeos. Estos vinos se caracterizan por su complejidad, concentración y dulzura, así como por una acidez relativamente alta. En cualquier caso, el rasgo característico de esta auténtica joya de la viticultura es su longevidad.
Los expertos aseguran que una buena botella sólo empieza a mostrar sus mejores cualidades después de una o dos décadas de bodega, añadiendo el paso del tiempo capas de sabor y tonos frutales que antes no podrían apreciarse.
En el caso concreto de la cata de ayer, los asistentes tuvieron ocasión de degustar caldos de 2007, 2000, 1996 y 1990. Además de la propia Garbay y Campo, también acudió a la cata el sumiller Bruno Murciano, junto con otras personalidades entre los que se encontraban críticos, importadores, compradores o Master of Wine como Colin Gent. Y es que nadie quiso perderse el acontecimiento que tuvo lugar a mediodía en la mezquita.
Fuente: http://www.andaluciainformacion.es/portada/?a=126228&i=18&f=0
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